sábado, 21 de agosto de 2010

El hombre al que le gustaba el olor de los botes de basura nuevos

El plástico recién desempacado inundaba el aroma de ese supermercado. Frente a él, la gente esperando ansiosa a recibir sus fotografías del centro de impresión. Todo parecía normal. Disfrutaba el olor y de vez en cuando echaba una ojeada a las fotos que la impresora iba escupiendo.

Desfilaron toda clase de cosas, desde niños en una piscina hasta lo que le pareció una pareja desnuda. La tarde iba muriendo junto con el sol y de pronto la vio.

De pie junto a el una muchacha con una blusa muy corta y una falda muy larga se acerco a los botes de basura nuevos. Cerró los ojos y acercó su cabeza, aspiró fuerte y dejo salir el aire poco a poco.

No lo podía creer. En todo el mundo, en todo el universo, había otra persona que disfrutaba tanto como el ese aroma. Observó como la chica de cabellos negros como el carbón y piel de la más fina madera de roble echaba una ojeada a la impresora del centro fotográfico.

Su espalda tenía un extraño tatuaje. Dos garras de oso que casi parecían desgarrarle el alma. La chica lo miró y guiñó un ojo.

Y las garras lo atraparon y jamás volvió a ser el mismo.

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